¿Qué es el estrés?
El estrés es una afección cada vez más sufrida en el mundo moderno. Es probable que alguna vez hayas experimentado momentos de estrés de mayor o menor magnitud; en cualquier caso, podrás imaginarte las incomodidades. El estrés, sin embargo, puede pasar de ser una molestia estacionaria a un trastorno que ocasiona sufrimiento y que necesita ser tratado. Es una realidad que en el mundo actual el estrés tiene una prevalencia mayor que en cualquier otra época anterior. Pero, ¿qué es el estrés?
El diagnóstico del estrés es todavía un hábito médico joven: durante la década de los años 30 del siglo XX, el médico austrohúngaro (nacionalizado canadiense) Hans Selye observó que todos sus pacientes, independientemente de la enfermedad que sufrieran, mostraban síntomas comunes: pérdida del apetito, astenia, fatiga, irritabilidad, bajada de peso... entre otras. Selye bautizó a esta suma de síntomas como "el síndrome de estar enfermo".
No sería hasta los años 50 cuando las investigaciones del doctor sobre el tema alcanzarían su punto culminante con la publicación de su obra «Estrés. Un estudio sobre la ansiedad». Fue en este volumen donde, por primera vez en la bibliografía médica, se nombró al estrés con la denominación hoy usada. Se asoció, además, el conjunto de síntomas observados a una respuesta opuesta por el organismo humano a ciertas demandas del exterior o (y esto tiene una singular importancia en la mayoría de los diagnósticos de estrés hechos hoy en día) percepciones imaginadas de las mismas. Es desde entonces que sabemos qué es el estrés.
Hoy, la mayoría de las personas que padecen de estrés lo hacen, según el consenso de los profesionales de la medicina y la psicología, a causa de lo que podríamos llamar un excesivo nivel de preocupación. El tipo de diagnóstico más frecuente es aquel que vincula el origen del estrés a un trabajo agotador y extenuante o a una relación personal complicada. La cosa no acaba aquí, el estrés puede también surgir ante la perspectiva de acontecimientos puntuales, como un examen, una cita indeseada o incluso eventos positivos como una boda, el ingreso en la universidad, la compra de un inmueble... Si alguna vez has sufrido el estrés estacionario que antes mencionábamos, es probable que haya sido de este tipo. En muchos de estos casos, el estrés se explica, fundamentalmente, como una sobreactivación del paciente ante dificultades vitales, reales o imaginadas.
¿Cuáles son las causas del estrés?
En cualquier caso, el estrés suele ir acompañado de desánimo, pensamientos pesimistas y un excesivo nivel de preocupación. ¿Cuáles son las posibles causas externas del estrés? Cambios impactantes en la vida diaria, una situación complicada en el trabajo o en los estudios, dificultades en una relación sentimental o familiar, problemas económicos, falta de tiempo para el ocio...
Las causas internas, por otra parte, suelen estar relacionadas con un carácter pesimista y cierta incapacidad para asumir situaciones en las que exista incertidumbre. Las personas con un pensamiento poco flexible, perfeccionistas en exceso... suelen ser más propensas al estrés. Si a estos rasgos añadimos una autoestima baja, las posibilidades de sufrir estrés aumentan. Al confluir todas estas causas, es posible que comiencen a aparecer síntomas de lo que es el estrés.
Síntomas del estrés
Estos se pueden clasificar en función del área al que afecten: emocional, física o cognitiva.En el ámbito emocional, los pacientes de estrés pueden sufrir propensión a estados irritados, temperamentales o frustrados. También pueden sentirse abrumados o tener la sensación de perder el control sobre sus sensaciones y su vida cotidiana. Puede llegar a darse una conducta evitativa, es decir, una proclividad a huir de las relaciones personales y sociales.
Entre los síntomas de tipo físico están algunos como los siguientes: indisposición general, fatiga, falta de energía, cefalea o dolor de cabeza, malestar estomacal (acompañado, en ocasiones, de dificultades digestivas, estreñimiento, diarrea y náuseas), dolores musculares, aceleración del ritmo cardiaco, dificultad para conciliar el sueño... A veces, también pueden darse resfriados e infecciones recurrentes, pérdida de la libido o el deseo sexual, nervios en el estómago, temblores, zumbidos en los oídos o sudor frío en las manos y en los pies.Los síntomas cognitivos, en último lugar, pueden ser los más reveladores o los que más alarmen. Preocupación permanente, olvido y falta de organización mental, pensamientos acelerados, dificultad o incapacidad para concentrarse en un tema o actividad... También pueden darse la ausencia de interés por temas o actividades por los que antes se profesaba afición, pesimismo y falta de criterio y de seguridad de decisión.
Si notas varios de los síntomas antes dichos, es posible que estés estresada y harás bien en consultar tu situación con un experto o plantear medidas al respecto.Hay, además de estas tres familias de síntomas, ciertas conductas que pueden ser características de alguien que sufra estrés. Es común el consumo con mayor frecuencia o intensidad (llegando, en el peor de los casos, al abuso) de bebidas alcohólicas, cafeínicas, tabaco o drogas. Muestran, además, una mayor tendencia a procrastrinar, aplazar o evitar tareas. Su apetito también experimenta cambios: una persona estresada puede comenzar de súbito a comer de manera compulsiva y excesiva o bien dejar de comer.Por último, las personas que padecen estrés, por lo general tienden a comportarse de forma nerviosa: son en ellos visibles, a menudo, comportamientos inquietos como morderse las uñas, caminar de un lado a otro, rascarse compulsivamente, arrancarse pelo... Si sospechas de que alguien cercano a ti pueda padecer estrés, fíjate en si tiende a alguna de estas conductas. Todo esto está muy vinculado a lo que es el estrés. Aquí puedes leer más sobre cómo se siente una persona estresada.
El estrés debe tratarse a tiempo
Queda claro, pues, cuando hablamos de lo que es el estrés, que es una afección seria que supone un gran número de dificultades a aquellos que lo padecen. Aquí puedes leer más sobre las consecuencias del estrés.Un estrés que no se trate adecuadamente y se prolongue en el tiempo corre el riesgo de devenir en un trastorno depresivo o de ansiedad. Las personas que sufren de estrés y no toman las medidas necesarias para paliarlo son más proclives a contraer otras afecciones como la diabetes, la demencia, picores y urticaria, intolerancia al ruido, niveles altos de colesterol, cardiopatías...
¿Cómo tratar el estrés?
¿Cuál es la mejor manera de prevenir el estrés o, si acaso ya se ha contraído, tratarlo, aliviarlo y paliarlo? Los consejos de un terapeuta incluirán, sobre todo, recomendaciones para un estilo de vida diferente a aquel que ha ocasionado el estrés, así como una prescripción de hábitos, tanto físicos como mentales, apropiados para prevenir los ataques de estrés y las preocupaciones excesivas. Por otra parte, si el estrés es muy prolongado en el tiempo o muy arraigado, pueden ser necesarios medicamentos contra la ansiedad.
Ejercicio físico
Una de las soluciones primordiales para el estrés es adoptar una rutina de ejercicio físico. Está científicamente demostrado que el ejercicio regular, especialmente el anaeróbico, es útil para el organismo de múltiples maneras: no solo garantiza el buen funcionamiento del sistema cardiovascular, sino que es una excelente manera de liberar dopamina y, de esta forma, reducir los niveles de estrés.Ayuda, además, al afectado por el estrés a desarrollar un carácter tolerante al esfuerzo, previniendo los posibles accesos de apatía y la tendencia a la procrastinación que suelen aparecer. Solo con tres sesiones semanales de veinte minutos de ejercicio, el individuo estresado notará diferencias en su actitud ante la vida y en su bienestar.
Alimentación
También conviene al paciente estresado una dieta saludable con los niveles recomendados de nutrientes básicos: una deficiencia en la dieta de ciertas vitaminas, de ciertos minerales, de grasas sanas, de proteínas... hacen del individuo un ser más irritable, más propenso al pesimismo y a la indolencia. Se deben evitar los alimentos procesados, azucarados y con grasas saturadas.
Sueño
El sueño es otro de los factores claves, en este caso para paliar el cansancio que produce el estrés. Si bien esta es una recomendación que se suele pasar por alto en el mundo moderno apremiado por los horarios de trabajo y la llamada "hiperconectividad", un adulto debe dormir una media de entre siete y ocho horas al día. Para ello, se recomienda renunciar al uso de aparatos electrónicos en los momentos previos a acostarse, asumir el hábito de cenar con ligereza y hacer actividades relajantes para conciliar el sueño, como escuchar música o leer.
Precocupaciones
Se recomienda, por último, adquirir tolerancia a las frustraciones, las presiones y las preocupaciones. Esto implica ser capaz de, entre otras cosas, reservarse a uno mismo un tiempo de ocio para disfrutar de aquello que desea, sin remordimientos por las obligaciones temporalmente abandonadas: pasar tiempo con la familia, desarrollar aficiones, visitar a amistades... Si estás estresado, también te será útil, por otra parte, aprender a evitar, cuando sea necesario o conveniente, los conflictos y las situaciones que provocan sensaciones de ansiedad, incomodidad incapacitante o presión excesiva; esto no debe llegar, sin embargo, al extremo de obviar o ignorar los problemas, sino que debe servir como una toma de perspectiva para abordarlos de forma más meditada y eficiente.
Ahora que sabes qué es el estrés, tendrás claro que es algo relevante. A pesar de ser una afección muy extendida y habitual, eso no lo hace menos serio. Si has reconocido alguno de los síntomas y comportamientos dichos antes en ti o en alguien cercano, tu mejor decisión será tomar medidas para combatir el estrés.Alcanza tu mejor versión mediante la app de psicología de Therapyside. Somos la aplicación N.1 en psicología online y contamos con el mejor psicólogo para ti.