Depresión o tristeza, sus principales diferencias
Todos hemos tenido días tristes. Días en los que los problemas nos sobrepasan, el mundo se tiñe de gris, nuestras fuerzas flaquean y la desesperanza lo llena todo. A veces justificados por ese desengaño amoroso, ese fracaso profesional o la pérdida de esa persona que tanto queríamos. Otras veces simplemente porque sí, porque la nostalgia nos invade y echamos de menos cualquier cosa que no atesoremos en ese preciso instante. Sin embargo, estos días, ocasionales para la mayoría, puede ser la realidad cotidiana para las personas que padecen depresión, un trastorno que afecta al 5% de los adultos de todo el mundo.
Contrario a lo que creen muchos, la tristeza y la depresión son dos estados completamente diferentes, aunque la línea que los separa tiende a ser muy sutil. Además de que comparten signos similares, muchas de las personas que se sienten tristes pueden terminar desarrollando depresión mientras que la mayoría de los que padecen depresión también sienten una profunda tristeza. Por eso, sobre todo al inicio, es muy fácil confundir las señales de uno u otro estado emocional. Sin embargo, existen algunas claves que podemos tener en cuenta para diferenciarlos.
¿Qué es la tristeza?
La tristeza es una emoción. Se trata de una reacción normal ante los eventos que nos afectan, nos hieren o unas circunstancias difíciles de gestionar. Estamos tristes cuando perdemos a un familiar o un amigo cercano, cuando no conseguimos una meta o se nos trunca un plan en el que habíamos puesto nuestras ilusiones, pero también podemos sentirnos así sin motivo aparente, por el efecto de las hormonas en nuestro cuerpo o sencillamente porque nos hemos despertado con un estado de ánimo más bajo de lo habitual.
Al ser una emoción, tiene un valor adaptativo. La tristeza nos ayuda a asumir y lidiar con las situaciones difíciles o negativas que nos sobrepasan, fungiendo como una especie de catalizador que contribuye a reorganizar nuestros esquemas mentales para aceptar las circunstancias y seguir adelante. Así lo corroboraron psicólogos de la Universidad de Indiana al descubrir que esta emoción lleva la activación fisiológica al siguiente nivel para ayudarnos a lidiar con la pérdida y enfrentarnos a un nuevo modo de vida.
Sin embargo, en la sociedad en la que vivimos tendemos a catalogar la tristeza como una emoción “negativa”. Y, al considerarla negativa, queremos desprendernos de ella lo antes posible. Nos resistimos y preocupamos por estar tristes, lo cual hace que nos sintamos más entristecidos. Y así, terminamos en un bucle que empeora nuestro estado de ánimo y que puede llevarnos a las puertas de un trastorno más serio, como la depresión.
¿Qué se entiende por depresión?
La depresión es un trastorno psicológico. Se trata de una alteración mantenida del estado de ánimo que genera un profundo malestar y cuyos efectos no se limitan al plano emocional sino que también se manifiestan en la esfera cognitiva y física. La tristeza, la apatía, la desesperanza son algunos de los síntomas más comunes de este trastorno que no solo afecta la calidad de vida de quien lo padece sino que también puede convertirse en una importante causa de discapacidad.
En gran parte, se debe a la pérdida de interés y al agotamiento psicológico y físico que sufren las personas con depresión y que afecta la mayor parte de sus actividades cotidianas, a la vez que les aísla de su entorno y las personas que les rodean. Se trata de un trastorno debilitante en el que el simple acto de pensar o tomar decisiones supone un gran esfuerzo mental y que cursa con otras alteraciones como las dificultades en la concentración, los problemas de memoria y la presencia de pensamientos recurrentes, usualmente de carácter negativo.
En la mayoría de los casos, la depresión comienza con un episodio de tristeza que anida en nuestro interior. Sin embargo, a medida que toma forma su duración e intensidad pueden variar. Hay personas en las que la depresión puede aparecer en el curso de unas semanas mientras que en otras, se manifiesta más lentamente a lo largo de los meses o incluso años. Asimismo, mientras que en unos casos los síntomas son mucho más acuciados y evidentes, en otras circunstancias pueden pasar desapercibidos escondiéndose tras el telón de la tristeza.
¿Cómo distinguir en la práctica las principales diferencias entre la tristeza y la depresión?
La tristeza y la depresión son dos estados psicológicos con una estrecha relación, pero con diferencias que van más allá de su conceptualización. Para comprender qué son realmente y, sobre todo, aprender a distinguirlos en la práctica es importante ahondar en sus características y conocer sus principales distinciones. He aquí algunas de sus diferencias más acuciadas que deberíamos tener en cuenta para identificar las señales de uno u otro.
¿Más o menos duradero?
¿Sabías que la tristeza es la emoción más duradera? Así lo corroboraron psicólogos de la Universidad de Lovaina, en Bélgica, al descubrir que la tristeza tarda en desaparecer hasta 240 veces más que el resto de emociones. Aún así, se trata de una emoción pasajera mientras que la depresión es un estado más duradero. Por lo general, nos sentimos tristes durante unos días, como mucho, unas pocas semanas. En cambio, la depresión es un trastorno crónico que se diagnostica tras varias semanas de síntomas persistentes y profundos.
Abulia, ¿sí o no?
La abulia, esa dificultad o falta de voluntad para actuar, es una de las principales diferencias entre la depresión y la tristeza. Cuando nos sentimos tristes, es normal que no tengamos ganas de festejar o realizar determinadas actividades, incluso, podemos sentirnos cansados y sin energía. Aún así somos capaces de seguir adelante con nuestra rutina y disfrutar de algunos placeres cotidianos. En cambio, una persona deprimida, sufre un profundo estado de apatía y abulia que le impide atender sus obligaciones. En estos casos, las tareas más nimias, como cepillarse los dientes o incluso comer, pueden convertirse en una misión titánica y carente de sentido.
¿Causa de aislamiento?
Cuando nos sentimos tristes a menudo buscamos un hombro amigo donde desahogar nuestras penas. No nos sentimos con fuerzas ni ganas para reunirnos y festejar con las personas que nos rodean, pero buscamos apoyo en nuestros confidentes para hablar acerca de lo que nos sucede. Sin embargo, una persona deprimida evita cada vez más la cercanía con sus amigos y familiares. El simple hecho de tener que explicar sus emociones y abrirse ante otra persona le reporta un enorme agotamiento psicológico, de manera que cada vez se aísla más dentro de sí misma.
¿Cuál es su impacto en la vida cotidiana?
Otra de las diferencias entre la tristeza y la depresión radica en su nivel de funcionamiento o funcionalidad, que no es más que el impacto que estos estados tienen en nuestra vida cotidiana. Cuando estamos tristes somos capaces de seguir enfrentándonos a nuestras tareas diarias, a pesar de que muchas veces no nos sentimos con energía, pero cuando sufrimos depresión, nuestra rutina habitual se ve notablemente afectada. En estos casos, es frecuente que empecemos a desatender nuestras obligaciones familiares, laborales y sociales, viéndose afectadas todas las esferas de nuestra vida.
¿Desmotivación o desesperanza?
Cuando nos sentimos tristes, es normal perder la motivación o el interés en determinadas áreas de nuestra vida. Sin embargo, a pesar de nuestro dolor emocional, somos capaces de mirar hacia el futuro, hacer planes y seguir con nuestra vida. Es probable que en ese momento no nos sintamos capaces de emprender un nuevo camino, pero creemos que puede existir un futuro mejor. Sin embargo, cuando estamos deprimidos, la desesperanza planta bandera y es habitual que el futuro deje de importarnos. No tenemos interés, deseos ni energías para pensar en el mañana porque sencillamente, pensamos que ya nada tiene sentido.
Por último, no podemos olvidar que esta no es una ciencia exacta, las señales de tristeza o depresión pueden variar ligeramente de una persona a otra, dependiendo de su carácter y personalidad. Existen personas más sensibles y nostálgicas que se entristecen con más facilidad sin que ello signifique que están deprimidas. En cambio, en otros casos una tristeza profunda mantenida durante varios días puede ser un signo de alarma.
Por eso, lo más recomendable consiste en acudir a un psicólogo si las señales de tristeza no remiten tras unas pocas semanas. Este profesional se encargará de ayudarnos a descubrir qué nos sucede realmente, a la vez que nos ofrecerá un diagnóstico adecuado y nos brindará los recursos que necesitamos para enfrentarnos a esta etapa de nuestras vidas. Con la ayuda y las herramientas adecuadas es posible plantar cara a la tristeza y superar la depresión.
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