Enfermedades psicosomáticas. El papel de la mente en el dolor
Cuerpo y mente forman parte de una misma realidad: la naturaleza única del ser humano. El cuerpo puede producir una influencia sobre el estado de ánimo. Por ejemplo, cuando una persona recibe un diagnóstico negativo sobre su salud o la de un ser querido, esto le produce una evidente preocupación ante la incertidumbre de la evolución posterior. Sin embargo, la mente también genera una influencia sobre el cuerpo. Esto es algo observable tanto en su parte positiva como en su parte negativa. En este artículo vamos a hablar de las enfermedades psicosomáticas.
Qué sucede con las enfermedades psicosomáticas
A nivel positivo, la actitud de un paciente resulta medicinal en tanto que el estado de ánimo influye en el modo en el que la propia persona afronta su situación actual. Una persona puede sumar más sufrimiento al dolor si se posiciona en el rol de víctima mientras que otro paciente, por el contrario, puede convertirse en un ejemplo de resiliencia al intentar que lo que le ocurre no condicione constantemente su estado de ánimo. Dos personas pueden reaccionar de modo totalmente distinto ante una misma situación.
Más allá de la enfermedad como un concepto general, cada historia es única y solo puede entenderse desde la atención concreta a cada caso puesto que cada ser humano tiene su propia manera de responder ante los hechos externos. Este es un ejemplo de cómo, a veces, el ser humano tiene la capacidad de sobreponerse a las circunstancias externas por medio de su propia actitud. Tal vez no puede cambiar aquello que le ocurre pero sí su forma de vivirlo. Y, a través de esta influencia en la actitud, también está adoptando una actitud proactiva en el refuerzo del bienestar.
También existen otras circunstancias en las que puede producirse la somatización de un malestar. Por ejemplo, el estrés emocional puede producir molestias físicas que tienen una raíz emocional. Las enfermedades psicosomáticas producen preocupación. Cuando un paciente acude al médico en busca de un diagnóstico, su historia clínica también puede comprender sus propias circunstancias personales si son esas circunstancias las que están condicionando cómo se siente esa persona en mayor o menor medida.
Los diferentes tipos de estrés se han convertido en una de las grandes preocupaciones de la salud en la sociedad actual precisamente por esta cuestión. Ya que el estrés tiende a normalizarse y a tratarse como un hecho natural ante la filosofía de la prisa y la presión de la exigencia en el mundo laboral.
Este tipo de dolor psicosomático suele producir confusión en el paciente cuando identifica las sensaciones del malestar físico que padece y localiza ese malestar en una parte concreta de su cuerpo. Sin embargo, el especialista indica un diagnóstico que está vinculado con lo emocional. La ansiedad es también un ingrediente que puede producir un efecto de somatización en el organismo.
Por ejemplo, el paciente puede acudir al médico con preocupación porque siente molestias físicas como consecuencia de una de las posibles enfermedades psicosomáticas, sin embargo, el malestar experimentado tiene su causa en un ataque de ansiedad. La persona ha experimentando un mal rato como consecuencia de estos síntomas físicos, sin embargo, este hecho tiene más que ver con alguna circunstancia vital que está afectando a esa persona en el plano emocional. Está claro que aquello que le ocurre a una persona en este plano, también le influye a nivel físico porque cuerpo y mente no son dos realidades que caminan por separado.
La incomprensión de las enfermedades psicosomáticas
A su vez, este tipo de malestar también puede producir cierto nivel de incomprensión en el entorno más cercano puesto que, ante la falta de un diagnóstico asociado a esos síntomas, no terminan de entender qué le ocurre a la persona. Por tanto, conviene reforzar la inteligencia emocional para entender las enfermedades psicosomáticas. Puede suceder que los demás infravaloren los síntomas. Y el hecho de minimizar desde el propio desconocimiento el dolor ajeno viene a sumar todavía mayor soledad, frustración e incomprensión a quienes están sufriendo realmente por las enfermedades psicosomáticas.
Escuchar a tiempo estas sensaciones del cuerpo es especialmente importante para poder evitar que se produzca un empeoramiento de la situación.
La confusión que con frecuencia experimentan los pacientes de enfermedades psicosomáticas a partir de aquello que les ocurre puede aumentar cuando comienzan a contrastar diagnósticos con distintos especialistas porque ninguna de las respuestas tenidas hasta el momento resulta clarificadora para aquel que no termina de entender cómo detrás de su dolor puede existir un hecho emocional y no físico.
Una persona experimenta emociones frecuentes a lo largo de la rutina cotidiana. Algunas de esas emociones desagradables se pueden somatizar si la persona no canaliza esa energía y la reprime. El pensamiento influye en cómo se siente una persona.
En solo una jornada, son tantas las ideas y pensamientos que pasan por la mente de una persona que esta información también produce una influencia en forma de bienestar o malestar (dependiendo del tono de esos pensamientos).
Conexión cuerpo y mente
Cuerpo y mente tienen una conexión constante en las enfermedades psicosomáticas. Por ejemplo, recuerda el poder infinito de la sonrisa que se dibuja en tu rostro cuando vives un acontecimiento feliz. A su vez, recuerda la sensación de cansancio que experimentas tras una jornada de intensa tristeza. Cuando una persona está feliz, siente que su corazón se expande. Son ejemplos sencillos de cómo cuerpo y mente mantienen un diálogo frecuente.
Más allá del dolor o el malestar que puede experimentar una persona como consecuencia del fenómeno de la somatización, conviene observar la función positiva de esta información vital ya que las sensaciones físicas ofrecen una comunicación valiosa a la persona que, de este modo, se da cuenta de algo que hasta ese momento ha pasado más desapercibido.
Generalmente, se produce esta reacción física como consecuencia del efecto de la acumulación. Esto es visible, por ejemplo, en el estrés. La acumulación de estrés recurrente se torna crónico y, cuando eso ocurre, la persona se siente desbordada por esta situación. Por medio de estas señales, se hace patente esa realidad que hasta ese momento no ha sido atendida.
Al tener este tipo de malestar un origen emocional o psicológico, es importante que el paciente reciba el asesoramiento de un psicólogo. Por medio de una terapia especializada, la persona puede desarrollar nuevas herramientas con las que hacer frente a su situación y aprender a combatir el estrés, la ansiedad o la depresión, si están afectando a a la salud física.
Saber que somatizas te da información valiosa
La somatización ofrece una información importante a la persona afectada por esta cuestión. Desde este punto de vista, estos datos tienen una función positiva. Por ejemplo, puede ocurrir que el malestar de una persona esté condicionado porque está aplazando una decisión importante respecto de una situación que debe afrontar de manera inevitable. Esta lucha interior constante puede generar una tensión interna que, a su vez, puede somatizarse si este hecho se prolonga durante mucho tiempo.
A su vez, el miedo también es un ingrediente que puede somatizarse cuando la persona lo padece de manera habitual por alguna circunstancia. Y este miedo altera su calidad de vida en las cuestiones más sencillas. El ser humano es complejo en matices, por esta razón, para comprender aquello que le ocurre a una persona no solo conviene atender a la parte física, sino también, a su propia biografía.
También puede producirse la somatización en el contexto concreto de una enfermedad. Por ejemplo, una persona sufre un diagnóstico específico, sin embargo, los síntomas de ese malestar son más intensos porque están agravados por el componente de la somatización.
El bienestar muestra el perfecto equilibrio entre cuerpo y mente. Sin embargo, esta armonía también puede romperse como consecuencia del componente emocional cuando la persona convive de manera recurrente con emociones que le producen algún tipo de conflicto interior.
Existen ejemplos sencillos y concretos que pueden ayudarte a observar la conexión constante entre el cuerpo y la mente. Por ejemplo, una persona puede cargar con el peso de preocupaciones importantes y desde hace un tiempo empieza a sentir cómo esos factores le pesan cada vez más. En este sentido, las enfermedades psicosomáticas pueden ser, por ejemplo, una de las consecuencias del estrés.
La salud requiere de una atención integral
La conexión cuerpo y mente es una tónica constante para entender la naturaleza humana. El bienestar integral queda perfectamente representado a través de la célebre fórmula "mente sana en cuerpo sano". Una premisa que también puede aplicarse a las enfermedades psicosomáticas.
Uno de los libros que representa cómo esta influencia es una realidad constante en el ámbito de la salud es el título "Corazón y Mente: claves del bienestar físico y emocional". Un libro escrito por dos expertos: Luis Rojas Marcos y Valentín Fuster. Un libro muy interesante y didáctico a través del ejemplo explicativo de los factores que intervienen en cada historia. Por medio de la exposición concreta de distintos casos de pacientes, el lector puede observar cómo la situación de cada persona debe abordarse desde la atención a su ser integral.
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